Adriana Lestido utiliza la imagen como vehículo para comprender el misterio de las relaciones humanas con su entorno. Obras que impactan por su fuerza como testimonio social pero al mismo tiempo, es la fuerte impronta de la sensibilidad de la artista, la que humaniza los relatos, acercándolos íntimamente, retratando emociones. Es dentro de esta dinámica donde la obra de Lestido establece un vínculo con aquello que fotografía por un lado distante, cuasi como un cronista que documenta detrás de cámara y por otro lado acortando esa lejanía comprometiéndose al poner su propio cuerpo en la acción de la investigación, entrando en contacto con los protagonistas de sus trabajos –por lo general mujeres-, haciéndose parte de los entornos que registra. A partir de sus imágenes en blanco y negro, austeras, francas, desprovistas de cualquier tipo de “maquillaje” o embellecimiento, Adriana Lestido ejerce una sentida mirada a través de la cual nos revela historias de vida concretas, experiencias de alegrías y pesares, el devenir de la naturaleza. Son quizás su obra “Madre e hija en Plaza de Mayo” (1982) o sus series “Mujeres Presas” (1991-1993), “Madres e hijas” (1995-1998) algunos de sus trabajos más destacados por su desbordante contundencia visual desde lo estético, lo sensible y lo formal. Estos cuerpos de obra asoman una dimensión profunda del sentir, de la opresión, la soledad, el desamparo y los sentimientos de vacío e inseguridad, al mismo tiempo que dan a luz a una nueva dimensión de la experiencia visual del amor y los lazos entre los seres humanos. Sus fotografías directas, analógicas, con un agudo tecnicismo en el tratamiento de las luces altas y las sombras, sustraen los grises, neutros y difusos, barriendo los detalles, para dotar de enorme significado a la oscuridad y a la realidad que retrata. Sin reglas aceptadas con subordinación o violadas con arrogancia, Adriana Lestido nos expone ante intensos encuentros, para describir las situaciones, mostrar lo que está en juego y revelar las implicancias.