Donde el jamón no era jamón

Foto Estudio Luisita

Curaduría Francisco Medail

Hace ya algunos años que el trabajo de Sol ha comenzado a dar sus frutos. Principalmente desde el ámbito del cine, pero también en algunas miradas desde el arte contemporáneo. Sin embargo, la reticencia a su trabajo sigue siendo frecuente y aquella frase repetida continúa aún en vigencia. Me animo a decir entonces que ese ninguneo puede ser entendido como un acto reflejo a lo desconocido. Una suerte de inercia, propia de quien no tiene herramientas más que su sesgo de clase para enfrentarse a eso otro, a lo nuevo, a lo intempestivo. Es que Foto Estudio Luisita representa un caso inabordable para la historiografía del arte tradicional que suele aplicarse al estudio de la fotografía. Podemos arriesgar así que Luisita rompe al menos con tres dogmas fundantes de esta perspectiva. En primer lugar, no trata de una autoría individual: si el relato canónico construyó la historia de la fotografía a través de la figura de los grandes maestros, aquí se encuentra con la dificultad de abordar un estudio fotográfico cuya firma no recae en el nombre propio de Luisa Escarria, sino en el resultado de una labor colectiva. Roto este dogma, nos encontramos frente a imágenes que no remiten a la expresión individual de un genio, y menos a la de un genio varón, blanco y heterosexual. Por el contrario, estas imágenes son producto del trabajo conjunto de un verdadero matriarcado, compuesto por tres mujeres latinas, inmigrantes y solteras. Aparece también un tercer dogma, vinculado directamente al contenido de estas imágenes: si el canon de la fotografía estuvo ligado al modernismo, al juego de ángulos, luces y sombras, y al retrato de las célebres figuras de la élite cultural, Foto Estudio Luisita se abocó exactamente a lo opuesto. Es un registro sistemático e inalterable de la cultura de masas, del gusto de las clases populares en un período histórico caracterizado por el auge del espectáculo y los medios de comunicación. Sus fotografías muestran vedettes, plumas, bataclanas y concheros. También los rostros incipientes de quienes luego serían reconocidas figuras del teatro y la televisión. Hay músicos de los géneros más diversos y menospreciados: salsa, merengue, folklore, cumbia, mambo. Cantantes que venían a probar suerte en Buenos Aires, bailarinas amateurs, payasos y transformistas. Foto Estudio Luisita representa, desde el canon del arte tradicional, lo kitsch, lo grasa, el mal gusto. Y es ahí donde radica la mayor potencia de sus imágenes.

Presentamos un recorrido virtual por la historia del estudio, haciendo énfasis en sus distintas facetas y la relación entre el desarrollo del teatro de revista y las tecnologías utilizadas para su representación visual. Un recorrido inicial, que permite dar a conocer parte de su extenso archivo y colaborar con Sol en su puesta en valor. Lejos de caer en una romantización de la cultura popular, es importante señalar la necesidad de un abordaje de género a futuro que pueda profundizar en la cosificación de la mujer, la homofobia y otros discursos sedimentados en los consumos culturales masivos que estas imágenes representan. Aún así, el caso de Foto Estudio Luisita permite señalar la ineficacia de ciertas categorías de la historia del arte a la hora de abordar la producción fotográfica local y la necesidad de pensar nuevas herramientas conceptuales. Se puede arriesgar, en ese sentido, que hay un cuarto dogma por romper aún: que Foto Estudio Luisita no es un caso único ni aislado, que todavía hay varios archivos de estudios similares, escondidos o abandonados, a la espera de salir a la luz. Por más Luisitas, entonces, y por más Sol Miraglias que militen esos rescates. 

    

Un estudio migrante

   

 

Luisa Escarria llegó a Buenos Aires en 1958. Había abandonado Colombia al igual que su madre y sus hermanas Chela y Rosita, producto de los enfrentamientos armados que caracterizaron aquél período como La Violencia. Asentadas en un departamento de la calle Corrientes, retomaron pronto la actividad fotográfica que venían desempeñando en la ciudad de Cali primero y en Bogotá después. Montaron el estudio con lo que tenían: un fondo infinito móvil en el living, algunas luces y el laboratorio que se armaba y desarmaba todas las noches. Luisita había aprendido el oficio de su madre, quien ahora regía de supervisora y Chela se encargaba del revelado y los retoques.

  

La llegada al Maipo

  

  

En sus primeros años, Foto Estudio Luisita se dedicó a revelar fotografías de turistas y realizar retratos de clientes varios. Sin embargo, la situación cambiaría cuando el cantante colombiano Marfil, que vivía en el mismo edificio y había creado un vínculo de amistad con sus compatriotas, les presentó a Amelita Vargas para que le realicen una sesión de fotos. Vargas, reconocida cantante de mambo de la época, quedó impresionada con el trabajo de Luisita y la contactó con la actriz Juanita Martinez, quien a través de su marido José Marrone, la puso en contacto con empresarios teatrales. De ese modo, Luisita se convirtió rápidamente en uno de los principales estudios fotográficos abocados a la producción teatral de la calle Corrientes.

Por el Estudio pasaron las principales vedettes del momento como Zulma Faiad, Nelida Lobato, Ambar La Fox, Vanessa Show, y también quienes comenzaban a dar sus primeros pasos en el teatro de revista. Así, Foto Estudio Luisita llegó a retratar a una joven Moría Casan, a Susana Gimenez, las hermanas Pons, Ethel y Gogo Rojo, Lia Crucet, Thelma Tixou, Nacha Guevara, entre tantas. La mística que portaban estas figuras se complementaba con el tono cálido y pausado de Luisa y sus hermanas. Esa tranquilidad transmitía confianza y permitía el despliegue de las modelos sin inhibiciones ni sobresaltos. Con una Hasselblad de formato medio y dos luces continuas, Luisita llevó sus rostros a las carteleras más importantes de los teatros de revista.Chela era la encargada de revelar los negativos y hacer los retoques necesarios. Con un set de tintas especiales y mucha paciencia, retocaba manualmente cada uno de los negativos para borrar elementos no deseados, iluminar el rostro de las retratadas u oscurecer parte de sus cuerpos.

  

Tropicalísima

  

 

Además de los encargos para el teatro de revista, desde sus comienzos Foto Estudio Luisita se abocó al retrato de músicos e intérpretes de géneros diversos. Pasaron por allí cantantes de cumbia, boleros, folklore, mambo, entre tantos. De Tita Melero a Pichi Landi, de Atahualpa Yupanki a Ianka y sus Tropicanas, del Cuarteto Imperial a Rikilin. Algunos cantantes venían a Buenos Aires a probar suerte o grabar un disco y volvían a sus ciudades de origen. En los ochenta, Luisita trabajó para discográficas de música tropical, lo que permitió un ingreso estable en tiempos en que el teatro de revistas comenzaba su ocaso. Muchas de esas fotografías fueron tapas de disco y cartelera de recitales. 

Luisa había estudiado con Pedro Otero, un fotógrafo de Avellaneda reconocido por su serie La Música, realizada a través de collages y superposición de negativos fotográficos. Estas técnicas eran luego compartidas con Chela, quien hizo uso del collage como una de sus herramientas principales a la hora de componer imágenes musicales.

  

Plumas y lentejuelas

  

 

Hacia finales de la década del setenta y principios de los ochenta el estudio comenzó a incorporar la fotografía color. El uso de diapositivas de formato medio coincidió con un período de la revista más lúbrico y extravagante. Estas fotografías se caracterizan por una mayor ligereza de ropas, poses más osadas y el exceso de plumas. Es interesante notar que estas imágenes convivieron con uno de los períodos más oscuros de la historia argentina. Mientras la represión militar controlaba las calles, había un submundo de erotismo y lujuria que supo mantenerse en discreción.

  

Los años noventa

  

 

Los años noventa trajeron consigo el declive final de la revista como había sido concebida en sus años de oro. La crisis económica que atravesaba el país obligó a los teatros a reestructurar sus carteleras y sumar nuevas propuestas, al mismo tiempo que aumentaba la demanda de books fotográficos para probar suerte en la publicidad y la televisión. Estos cambios coincidieron con la incorporación en el estudio del formato de cámara de 35mm y el uso de luz de flash, dando lugar a imágenes caracterizadas por su verticalidad, composiciones menos arriesgadas y una iluminación pétrea y frontal. 

  

El final como principio

  

 

La llegada de la fotografía digital fue una herida de muerte para el estudio. Sustentado principalmente en la venta de las copias en papel, lo digital venía a cambiar las reglas del mercado, dejando fuera de juego a las hermanas Escarria. Foto Estudio Luisita se mantuvo un tiempo más, lo suficiente para que Luisa conociera a Sol Miraglia en un centro técnico de cámaras fotográficas. Sol, que trabajaba en la tienda y había visto su nombre en un calendario colgado en la pared del local, no tardó en establecer un vínculo personal que con el tiempo se convertiría en una adopción mutua de nieta-abuela. 

Desde aquel momento, Sol viene llevando a cabo un trabajo permanente de rescate, conservación y difusión de Foto Estudio Luisita que incluyó aplicaciones a subsidios, concursos y premios. Diez años más tarde, en 2018, estrenó junto a Hugo Manso el documental sobre Luisa y sus hermanas, obteniendo el Premio del Público en el marco del BAFICI.

Al año siguiente, el estudio tuvo su primera muestra individual en la fotogalería del Teatro San Martín, un espacio de exhibición icónico en la tradición fotográfica porteña. Luisa falleció cuatro meses después.

*Agradecemos a Hache Galería y al equipo de preservación e investigación del archivo: Ana Masiello, Pilar Gesualdo, Lucila Penedo, Mayumi Romina Higa, Candelaria Gutierrez, Mariela Paz Izurrieta, Hugo Manso, Emilio Casablanca, Juan Cabrera y Claudio Pistarini. Sin ellas la puesta en valor de foto Estudio Luisita hubiese sido imposible.