Fuera de Foco

Curado por Alfredo Aracil

Curado por Alfredo Aracil  

   

Ornamental

..encender un cigarrillo con un billete de banco,
moler y beberse una perla
Adolf Loos, Ornamento y delito, 1908.

   

Como un signo maldito, el ornamento porta para el arquitecto Adolf Loos una degeneración que es estética y moral. Paradigma de la eficiencia, el modernismo se pretendía a sí mismo como el culmen de una evolución cultural, de la superación de lo primitivo y las costumbres bárbaras del otro al futuro inevitable vehiculizado en el progreso tecnológico. Loos escribe su manifiesto en 1908, cuando el malestar amenaza con convertirse en una orgía de sangre, en la Viena que arranca el siglo XX. La referencia sexual no es caprichosa. No obstante, en la primera página de Ornamento y delito, puede leerse que “el impulso de ornamentarse el rostro y cuanto se halle al alcance es el primer origen de las artes plásticas. Es el primer balbuceo de la pintura. Todo arte es erótico.”
Cuerpo, representación y sexo: una cadena misteriosa que se cruza con los estudios sobre la naturaleza del deseo publicados por Freud en esos años. Si bien parece que la crítica al ornamento de Loos se fundamenta en su carácter infantil, lo que en verdad le resulta patológico es el gasto improductivo que supone, es decir, su exceso constitutivo. El ornamento, así, estaría enfrentado al gusto elevado en tanto que dispendio o exuberancia, como un vestigio monstruoso que evidencia tensiones irresolubles. Un carnaval permanente, con carrozas y máscaras, donde observar la piel, como quería Paul Valéry, supone abrirse a la perspectiva de un abismo.
Es precisamente esa dimensión sintomática, atenta a las contradicciones de lo que se muestra y lo que se esconde, la que inspira esta reunión de obras y artistas. En Ornamental lo fotográfico adopta distintos disfraces. Entre la escultura y la fotografía, se trata de abordar la complejidad técnica que transforma al símbolo en síntoma hermético, en apariencia incomprensible. Las diversas referencias a la piel, lo decorativo y una memoria esquiva que migra del pasado al presente, nos hablan de la fotografía como proceso que se manifiesta en un espacio entre-medios e inter-medio: un vórtice que abre la puerta de una dimensión oculta, donde luces y sombras nos devuelven imágenes y motivos que se filtran por agujeros, pliegues y capas, saltando de arriba a abajo, dibujando giros, retornos, desvíos y desplazamientos inesperados. El ornamento cristaliza un estilo que sufre de reminiscencias. Como la sensación de placer y dolor que produce rascarse un eccema, la fotografía se sitúa en un lugar anestésico que es, a la vez, placentero y doloroso; el momento de una trascendencia somática.
Curador: Alfredo Aracil